Día “D” para la Grandeza en la UPTC



|Por Manuel Restrepo|

Después de haber debilitado, puesto en riesgo la institucionalidad y desdibujado el prestigio de la universidad, como resultado de la seguidilla de intereses personales que empezó por promover la reelección del rector y culminó con un mal morir, como debía ocurrir ante el exabrupto de arrogancia y poder que estuvo por fuera de toda lógica colectiva y de toda ética y legitimidad del mayor centro de pensamiento de Boyacá al servicio del país, en la categoría de una universidad pública nacional, hoy llega el día “D”, el del momento Decisivo para que los miembros del Consejo Superior, den por finalizado este trago amargo.

De los consejeros la sociedad en general y la comunidad académica esperan su grandeza para decidir lejos de presiones ajenas o de convertirse en responsables de presionar ilegalmente a los candidatos a cambio de su voto. La reparación de su craso error reeleccionista será demostrar con sus actuaciones que su voto no seta ligado a prebendas ni  privilegios.

Cada Consejero hoy tiene la responsabilidad de actuar con independencia de jefaturas políticas, de centros de poder o de búsqueda de acomodaciones personales frente al gobierno universitario. Cada uno se enfrenta al mandato del sector que representa. El estudiante tendrá que representar el sentir de los estudiantes, no podrá intentar lograr nada a cambio de su voto, ni hacer cálculos sobre quien podría pagar mejor su decisión, aparte de delito sería un pésimo mensaje. El representante de los profesores, no podrá ser inferior a su encargo, tendrá que votar conforme al mandato profesoral sin ataduras de partidos, con libertad, sin patrones detrás y mal haría en presionar a los candidatos buscando cambiar su decisión por un cargo directivo o una prebenda, ¡qué estado lastimero y ruin recaería sobre su historia académica¡, un profesor metido en carruseles que permiten pasar con engaño de una representación a un cargo ¿dónde quedaría la ética, la confianza, el respeto por sí mismo?. El representante de Exrectores representa una dignidad que lleva la historia de sus antecesores y no se representa a sí mismo, ni a su partido político, tampoco a quienes mayoritariamente votaron su postulación y poca sería su grandeza y cuanto repudio y desprecio tendría que recibir si su voto tuviera el precio de unos cuantos cargos, contratos o beneficios políticos. Igual situación se repite para el representante de los egresados, de cuya decisión dependerá el prestigio o desconfianza que puedan recibir los egresados de la universidad cuando se someten al escrutinio público en cualquier lugar de la geografía. Y así con esta misma lógica será evaluada la grandeza, debilidad, ruindad o mezquindad con que actué cada uno de los demás integrantes del Consejo Superior.

Que trago amargo tendría que vivir otra vez la universidad, que vergüenza acarrearía llegar a  su a enterarse que otra vez el rector designado tiene que pagar favores, que queda comprometido, que trabaja para un patrón político o que sus votos llevan manchas de corrupción, de pactos secretos con quienes hubieran cambiado decisiones por privilegios, por puestos o por ganancias personales.

Ya se equivocaron una vez y la comunidad ha hecho silencio esperando que remedien, no podrán hacerlo otra vez y menos ahora que se hace tan necesaria la recuperación de la confianza, del sentido y del horizonte de una universidad que perdió su rumbo entre ladrillos y sometió a la academia al arbitrio de sectores políticos indolentes, inferiores a la grandeza de la universidad. Los dedos de 30.000 personas, estudiantes, trabajadores y profesores y un departamento entero se cruzan para que esta vez gane la academia y los derrotados de ayer, gracias a su equivoca decisión de reelegir a pesar de la ilegalidad, no vuelvan a fallar. No pueden fallar, la universidad no es una empresa privada, ni puede ser una caja fuerte de la que sus Consejeros saquen ganancias en nombre de su Investidura a cambio de sus votos. La fuerza tiene que ser común, sabia su decisión y madura su elección.

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