Derechos humanos-Paz, una compleja relación



|Por Manuel Humberto Restrepo Dominguez|

Los derechos humanos en las últimas dos décadas han ocupado con mayor fuerza el escenario público. De una parte se han convertido en objeto de estudio y de otra han posicionado las movilizaciones sociales enriqueciendo la capacidad de luchas que ganan espacio político e ideológico en la construcción social de una realidad que a veces parece salirse de las manos de la clase en el poder. Los derechos humanos, han contribuido con su complejidad teórico-práctica para volver a hablar del ser humano, de la vida con dignidad, de la conciencia social, del bien público, de la solidaridad, de los compromisos éticos, de la emancipación, de la rebeldía y de la abolición de toda forma de opresión, explotación y dominación.

Ahora que el país transita por la senda de un acuerdo de paz, basado en el cierre del conflicto armado, volver sobre los derechos humanos y ponerlos en relación con la paz resulta inevitable. Hay sectores en la sociedad que no quisieran concretar un acuerdo si este llega a implicar garantías para remover los obstáculos materiales que afianzan la desigualdad e impiden la realización de derechos. Otros sectores trataran de poner al frente los derechos elevados a la máxima potencia de su contenido para justificar la desesperanza. Es normal que la tensión que potencia la guerra tienda a mantenerse en un país forjado a sangre fuego y resistencias. Los derechos no podrán ser una excusa para derrotar la esperanza pero tampoco una justificación para continuar la muerte. La dinámica del conflicto los ha exigido en toda su potencia, incluido el DIH y el sistema internacional de derechos humanos y han pasado la prueba. Tal extensión, favorable en todo caso a las posibilidades de paz, hace necesario devolverse a cada momento a preguntar de que se está hablando cuando se habla de derechos humanos en relación con la paz?. 

Parece natural oír hablar de derechos, comentar de derechos, anunciar enfoques de derechos, enunciar políticas de derechos y programas de derechos, pero a la vez ver que los mismos actores e instituciones los usan para justificar la destrucción de otros, mantener la exclusión o matar en su nombre luego de cumplir el ritual de haber calificado a las víctimas como enemigos, opositores o adversarios. Cuando se habla de paz es frecuente querer entender que los derechos están implícitos en ella o viceversa lo que resulta impreciso aunque se pueda establecer a la paz como un derecho humano. Derechos humanos y Paz, como conceptos no tienen un origen común. Se puede renunciar a la paz pero no a la lucha por los derechos cuya existencia es imprescindible aun adentro de la guerra. Los propósitos de los derechos y los de la paz no siempre coinciden. En los acuerdos de paz queda instalada una relación de poder que puede modificarse cuando cambie el equilibrio, en cambio la realización de los derechos no depende de lo acordado si no de la capacidad de movilización social y política para exigir y gestionar las luchas por los bienes materiales y las garantías para hacerlos realidad.

No basta con que el estado quiera la paz, la anuncie y prometa mejores tiempos, es preciso que cree en el presente mecanismos institucionales para avanzar de manera efectiva hacia una sociedad con contenido de derechos. Aceptar como cosa natural que  paz y derechos van  juntos de manera inevitable, como lo presentan los mensajes estatales, alienta el peligroso riesgo de otorgarle nuevas potestades al estado, que en caso de que la paz no funcione no vacilará en limitar los alcances de los derechos y disponer de ellos a voluntad del gobernante como lo han demostrado las ideologías de derecha opuestas a derechos.

El estado colombiano en su afán de desprenderse de la voz impertinente de los derechos y de frenar su expansión ha suplantado sistemáticamente a la sociedad, cooptó los aportes y recursos internacionales dirigidos a ONG, estigmatiza y persigue a defensores/as y activistas  y trata de reducir el todo de la guerra a la sola expresión armada, como fórmula para imponer la percepción de que solo con nuevas formalidades se podrán solucionar los problemas y causas de la guerra, sin tocar ni remover obstáculos insertados en la base económica, política, cultural y social.  

La lucha por los derechos pasa por la comprensión de lo que son y representan en tanto prácticas sociales y culturales con contenido humanístico, político, ético y jurídico, cuyos valores tienen capacidad para irrumpir en lo real y transformarlo. Para el estado los derechos no han dejado de ser un estorbo, un costo y un obstáculo a sus pretensiones de poder absoluto sostenido por la coexistencia entre democracia y terror, a las que la sociedad ha tenido que enfrentarse en una resistencia que cambia de actores, pero no de referentes sustanciales. Estan vigentes las luchas por la tierra contra estructuras de explotación y de dominación que limitan la existencia material y cultural de indígenas, obreros y campesinos forzados a enfrentar a poderosos trasnacionales para las que los derechos son enemigos del capital. La lucha contra la sujeción, apenas ha empezado, unas veces para darle sentido a los otros humanos históricamente negados y condenados al silencio, otras para levantarse contra el patriarcalismo sin fronteras que impone al autoritarismo como mentalidad generalizada sobre la que prospera la opresión y se fortalecen los negocios depredadores de la vida y el entorno.  Ojala la paz con derechos renueve fortalezas para seguir avanzando por la senda de lucha desarmada.

P.D. Inició el III Coloquio de derechos humanos con perspectiva crítica, que de manera itinerante durante septiembre trata en 5 paneles con 20 investigadores, cinco temas de debate contemporáneo sobre derechos humanos: derechos humanos-paz; derechos humanos-Victimas; derechos humanos- modelo de desarrollo; derechos humanos- justicia; derechos humanos-interculturalidad. Es organizado por la maestría en derechos humanos de la uptc, Tunja, Bogotá, Facultad de Derecho.

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