La quema de El Mercurio en Chile y la libertad de prensa


| Por: Gearóid Ó Loingsigh |

El 19 de octubre en medio de la revuelta popular en Chile, quemaron la sede del periódico El Mercurio en Valparaíso.  La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), lo condenó como un "Grave atentado contra la libertad de prensa en Chile".[1]  No lo era, por razones que se explicarán más adelante, pero primero nos incumbe tratar algunos aspectos del tema de libertad de prensa antes de proceder a examinar la naturaleza de la quema de las oficinas de El Mercurio en el entrañable puerto de Valparaíso y el papel que ha jugado esa casa editorial en Chile.
 
Debemos tener claro quién es la SIP: es la organización que representa a los dueños de los medios de comunicación en América Latina y entre sus afiliados se encuentra El Mercurio, el periódico cuyas oficinas fueron incendiadas.  La SIP tiene una larga y sesgada defensa de lo que define como libertad de prensa.  Cuando Rafael Correa denunció penalmente al periódico El Universo por intentar fomentar un golpe de estado publicando artículos acusando a Correa de dar la orden de disparar contra un hospital y ser un criminal de lesa humanidad, la SIP lloró por la libertad de prensa, es decir la libertad de decir cualquier mentira para derrocar un gobierno.[2]  Es que la SIP confunde y mezcla, a propósito, varias cosas distintas cuando habla de libertad de prensa.

Mezclan temas de la libertad de empresa, la libertad de expresión y el ejercicio del periodismo bajo el logo de la libertad de prensa.  Ninguna de esas libertades se goza sin restricciones en ningún país del mundo, todas son reguladas en las sociedades capitalistas.  Cuando la SIP habla de libertad de prensa quiere decir la libertad de las empresas de vender la "información" que quieren, sin restricciones de ninguna clase y con pocos o ineficientes derechos de exigir que rectifiquen sus mentiras.  Esa libertad de prensa es solo para la burguesía; no es para los oprimidos.

Cuando hablan de la libertad de expresión, hablan de su libertad de mentir libremente.  El Mercurio apoyó a la dictadura de Pinochet, reivindicar la libertad de expresión de los que apoyaron su supresión total durante años en una burla cruel a las víctimas de Pinochet y un insulto a nuestra inteligencia.

El ejercicio del periodismo, entendido como la actividad profesional de los trabajadores de los medios, es algo más complicado, pues muchos son simples empleados, cuando no contratistas tercerizados de esas mismas empresas.  Sin embargo, sin justificar el ataque a periodistas, reporteros, camarógrafos etc., en medio de una revuelta popular nadie está obligado a colaborar a los medios, ni permitir a funcionarios de periódicos como El Mercurio acceder a sus espacios, filmar y tomar notas de lo que ocurre.  Semejante periódico no va  a defender a la gente y si el Estado pide las fotos para enjuiciar a los manifestantes, se las pasará sin necesidad de orden judicial, bien lo hará abiertamente o por debajo de cuerda.

La libertad de prensa en el abstracto es como su supuesta neutralidad, no es real, y nunca ha existido.  A veces las mismas organizaciones sindicales de periodistas hablan en el abstracto como si los periodistas fuéramos ajenos a las sociedades en que nos movemos. Los periodistas también tienen posturas políticas y hay los que favorecen con sus reportajes y análisis al movimiento popular y hay los que abiertamente toman partido a favor del enemigo del pueblo. Por ser periodistas no tenemos vía libre para hacer lo que nos dé la gana.  Hay los que participaron en los conflictos a favor de los oprimidos, y son elogiados en la mitología periodística como los máximos representantes de la profesión.  Muchas veces se ignora a propósito que esos periodistas legendarios eran una minoría y siguen siendo hoy en día.  No es cierto que solo informamos o reportamos ni que nuestro trabajo es siempre digno. A lo largo de la historia los periodistas hemos justificado guerras, invasiones, la tortura, el racismo, el machismo, el hambruna y toda clase de barbaridades.

El Mercurio es un buen ejemplo de eso.  Este periódico jugó un papel muy importante en fomentar un ambiente proclive al golpe de estado en 1973.  Por su trabajo recibió un millón y medio de dólares de la CIA, organismo que inclusive colaboraba a la hora de redactar editoriales según documentos desclasificados.[3]  Luego del golpe, El Mercurio fue uno de dos periódicos que Pinochet autorizó seguir publicando y funcionó como el órgano semioficial de la dictadura.  La razón era sencilla, sin El Mercurio, puede que el golpe nunca se hubiese materializado, el golpe era tan de la familia Edwards y su periódico como de Pinochet.  Hace poco tuve la oportunidad de visitar el Museo de Memoria Histórica en Santiago donde exponen muestras de la prensa de la época y es chocante leer los titulares y artículos y como trataban a Allende y el lenguaje empleado por la familia Edwards y su periódico.  Sin ellos no hay golpe.

Así los muertos, desparecidos, torturados, exiliados y demás víctimas de la dictadura también son de la familia Edwards y El Mercurio.  Ellos tienen una responsabilidad no solo ética y moral respecto a la violencia desatada contra el pueblo chileno, sino una responsabilidad penal.  Pero como nunca se pudo juzgar a Pinochet por la naturaleza de la mal llamada "transición a la democracia" tampoco se pudo juzgar a los empresarios, los beneficiarios del régimen y menos a los que se sirvieron como el brazo propagandístico de la muerte.

Así el incendio de la sede en Valparaíso, es todo menos un atentado contra la libertad de prensa.  Es seguramente un acto de rabia, pero teniendo en cuenta el papel de ellos en la dictadura, ¿quién va  negar a un chileno un momento de rabia?  Quienes prendieron la mecha esa noche, lograron para ellos mismos, quizás, un momento catártico y para el pueblo chileno hicieron un acto de Memoria Histórica y Justicia, una dulce venganza por sus muertos.  En una transición de verdad se habría confiscado todos los bienes de los cómplices de la muerte y los habrían metido presos.  Eso era imposible en el caso chileno.  Ahora en medio de una revuelta popular alguien aprovechó el momento para hacer lo que el Estado nunca quiso ni pudo hacer: hacer justicia y memoria histórica.  Un acto que seguramente horroriza a los académicos,  ONG y profesionales de departamentos de estudios de paz y resolución de conflictos que publican bobadas exigiendo que las víctimas se reconcilien con sus verdugos.

La SIP como asociación de muchos periódicos que guardaron silencio durante las dictaduras o fueron cómplices como es el caso de El Mercurio, no tiene autoridad moral para hablar de libertad de prensa, ellos tienen voz precisamente por que ayudaron silenciar centenares de miles sino millones de voces, en la segunda mitad del siglo XX, a lo largo y ancho de América Latina en nombre de su propia libertad de empresa.  Como periodista, digo que me alegró el corazón ver las llamas que consumían a El Mercurio, como las dictaduras consumían vidas humanas.  No es de ninguna forma un acto condenable, sino un acto tardío de justicia a manos de un pueblo cansado de la injusticia.  Su libertad de prensa es nuestro silencio.  Las llamas son nuestra voz.


[1] Comunicado de la SIP (21/10/2019) Grave atentado contra la libertad de prensa en Chile https://www.sipiapa.org/notas/1213533-grave-atentado-contra-la-libertad-prensa-chile
[2] Atilio Borón (29/02/2012) Rafael Correa y la libertad de prensa http://atilioboron.com.ar/rafael-correa-y-la-libertad-de-prensa/
[3] Punto Final (24/01/2001) Chile: "El Mercurio" ya la CIA https://www.rebelion.org/hemeroteca/ddhh/mercurio_cia220101.htm