Los “Bolcheviques del Líbano”: a propósito de la cinta “Oscuro profundo del Recio” de Leandro Murillo Moreno


| Por: Alexander Martínez-Rivillas* |

Una organización campesina y de artesanos de los años de 1920 capaz de ejecutar un plan insurreccional para implantar una idea de “comunismo” en El Líbano, Tolima, Colombia (1929), parece ser un mero delirio. Pero así fue, y el hecho no tuvo antecedentes en América Latina. No se sabe nada en detalle respecto a las condiciones previas del levantamiento, como tampoco del destino de la mayoría de los líderes del movimiento, y de otros fervientes seguidores que, a la sombra, los apoyaron con recursos o panfletos.


Tampoco se tiene una información satisfactoria acerca de los antecedentes ideológicos y políticos de la región que sirvieron de telón de fondo de la insurrección, los cuales se remontan a la segunda mitad del siglo XIX, según una investigación previa (Martínez-Rivillas, Alexander,Ideología y política, Textos históricos, Colección de pensamiento tolimense, 2011, pp. 7-36). Los “liberales radicales” de la década de 1860, migrados de Antioquia y el Viejo Caldas, explican solo una parte de los antecedentes históricos de la posterior sedición.

Pero, las actividades políticas, intelectuales y sus protagonistas de las décadas comprendidas entre 1870 y 1920 se encuentran en la casi total oscuridad. La década de 1920 ya revela algunos detalles sobre el papel del Partido Socialista Revolucionario, y su influjo en el movimiento de artesanos y campesinos del Líbano. Lo mismo que se pudo establecer de manera aproximada sobre los debates y perspectivas revolucionarias de los actores locales gracias a la prensa local y abundantes panfletos que circularon para esa época (Sánchez-Gómez, Gonzalo, “Los Bolcheviques del Líbano”, Tolima, 1976).

A pesar de poderse registrar la influencia directa de los discípulos de Saint Simon (como Jean Reynaud, Terre et Ciel) en Isidro Parra (al parecer para la década de 1860), uno de los fundadores del Líbano, gracias a un texto de su autoría, el cual pretendía introducir al público de la región y del país, el sistema filosófico de Frédéric Herrenschneider (Manual de la filosofía del ser y catecismo de la religión natural, 1878, traducción del francés de Isidro Parra). Este autor francés hizo distintos esfuerzos por renovar el catolicismo en el mismo espíritu de Saint Simon, con el fin de conciliarlo con la ciencia, el liberalismo político y el desarrollo industrial.

Como es consabido, una tendencia del “catolicismo ateo” del movimiento saintsimoniano fue su adscripción al “espiritismo” y la “teosofía”. De allí que, las reflexiones de Isidro Parra y luego de Alejandro Palacio Botero (teósofo consagrado que se radicó en El Líbano al parecer a finales del siglo XIX, y quien publicó en la misma localidad Tardes cortas, 1924 y Rasgones en el velo de Isis, 1925), siempre tuvieran una fuerte influencia gnóstica y mística, sin dejar de renunciar a las acciones de interés general que habrían de constituir, según ellos, una mejor república.

Alejandro Palacio trató, por ejemplo, de introducir ideas sobre la democratización de la tierra mediante sus usos públicos con propósitos alimentarios. Sin embargo, sus planes no se argumentaban en proclamas o panfletos, sino que se expusieron en opúsculos teosóficos. Tanto Parra como Palacio accedieron a las narrativas espiritistas más extendidas en París en la década de 1860, según se puede apreciar en sus manuscritos (como es el caso de Kardec, Allan, El cielo y el infierno, o la justicia divina según el espiritismo, 1865/2011).          

A pesar de las evidencias del influjo del utopismo místico católico francés, e incluso en sus versiones “industrializadoras” e “igualitaristas”, no se ha podido explicar su conexión con el movimiento bolchevique del Líbano. Eduardo Santa ha sugerido que, esta tendencia “ilustrada” de las élites sociales cafeteras, explican cierto espíritu crítico o “liberal” de sus líderes o intelectuales desde la fundación de la aldea. Sin embargo, quedan muchas dudas.

Las tertulias y las traducciones al español del francés y del inglés de obras teosóficas y de divulgación científica, pudieron representar el canal de comunicación entre varias generaciones de comerciantes, jóvenes estudiantes, medianos propietarios de la tierra, artesanos y líderes políticos. Lo que pudo mantenerse con intensidad entre 1870 y 1930, según testimonios del propio Santa para la década de 1920 (Recuerdos de mi aldea, perfiles de un pueblo y de una época, 1990). Sin embargo, muchos mecanismos y actores quedan aún en las tinieblas.

Leandro Murillo Moreno
En un trabajo de campo en El Líbano (2001) se lograron recoger más testimonios del levantamiento. (Mi tío abuelo Sigifredo Castaño recuerda que en las veredas de Primavera, Potosí, Mina Pobre y El Recodo, se les prohibía a los niños transitar los caminos en los días previos al levantamiento, y la advertencia era “cuidado que vienen los rojos y se los llevan”. Los rojos eran los “comunistas”). En el corregimiento de Murillo, según testimonios de Jorge Rodríguez, se presentó un hecho relevante: una facción de la sedición logró tomarse el edificio del corregidor y allí izaron durante unos días la bandera de los “tres ochos”. Al parecer mantuvieron la posición durante ese periodo. También afirmó que el movimiento revolucionario en realidad contó con el apoyo de algunos pequeños hacendados de Murillo. Pero no pudo establecerse si fueron coaccionados, o si lo hicieron por otras motivaciones.

Después de más de 90 años del levantamiento local, aparece la primera obra cinematográfica que invoca algunos de sus sucesos. El cortometraje es dirigido por Leandro Murillo Moreno, de origen libanense. Allí se recrea, con elementos ficcionales, el proceso de persecución de los que participaron en la insurrección. La obra puede ser el punto de partida para un largometraje que aborde los momentos políticos y épicos de este excepcional fenómeno, lo mismo que debería despertar el interés de nuevas investigaciones orientadas a profundizar en sus orígenes ideológicos, sociológicos y económicos. 


(*) Profesor de la Universidad del Tolima.

Imagen de entrada: Plaza del Líbano 1926. Foto Ricardo Pardo Farelo. Fuente: semanariovoz.com