Enrique Ferrari el Mariscal de la zaga tolimense

 

Hace dos años, un domingo 7 de octubre de 2018 falleció el argentino más querido en el Deportes Tolima, el Mariscal de la Zaga Pijao: Enrique Ferrari Lottito. A comienzo del año 1955, por iniciativa del "Andarín" Barbieri, fue Importado del Vélez Sarfield de Argentina al equipo Pijao de Ibagué. Su vida juvenil trascurrió entre las improvisadas canchas de fútbol de los sectores de San Jorge, el Hipódromo, el Estadio y entre los cafetines y tertuliaderos de la calle tercera de la ciudad musical de Colombia. Sus primeros puntapiés en el equipo Pijao, los dio estrenando los guayos hechos en el almacén El Príncipe de Ibagué y vistiendo la legendaria camiseta albiceleste del Racing Club, que por sugerencia del también ex deportista y locutor Jorge Viña Calderón, dos años después, fuese cambiada por los colores de la sangre Vinotinto y el corazón de Oro.

Por: Camilo Pérez Salamanca / Crónica Tolima |

Enrique Ferrari Lottito llegó directamente de Buenos Aires a Ibagué y de Velez Sarfield al Deportes Tolima. Quería ser grande en el futbol colombiano, como lo había sido “el charro” José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Julio Cossi el “arquero del siglo”, o Alfredo D´stefano la futura figura del Real Madrid de España.

Sabía de los éxitos en Colombia de Alfredo Cuezo, “el pibe” Real y las estrellas que iluminaron el Dorado del futbol colombiano. Juan “el andarin” Barbieri quien jugó futbol en el Cúcuta Deportivo y había sido compañero de Pontoni, fue encargado por el gobernador Cesar A Cuellar Velandia y los directivos del incipiente Deportes Tolima de traer 5 jugadores de la Argentina con 10 mil pesos que le adelantaron para ello. Fue así como le dijo a Ferrari: “ve, che, ¿querés jugar con el Deportes Tolima de Colombia? Allá podés triunfar, chico”.

Enrique Ferrari tenía 22 años y unos deseos infinitos por conquistar el mundo. Los sueños dispersos en su cabeza empezó a recogerlos y a empacarlos en una maleta. Jorge Ariel Gandulfo y Enrique Laino habían ya habían dicho con firmeza: “Nos vamos para Colombia. Gandulfo había renunciado ya al Newell’s Old Boys y a los 40 pesos argentinos de la época para venir a Ibagué a ganar 100 pesos colombianos mensuales más otras canonjías. Enrique Ferrari Lotitto hizo cuentas, Carlos Robelle estaba también decidido, el único indeciso era el zurdo José Oscar Jamardo. Enrique Laino dijo “Che, allá vamos a hacer una buena camada y de pronto pegamos como pegó Pedernera y D’stefano”.

Juan Barbieri invitó en el Restaurante Buenos Aires City a los 5 jugadores y les habló de Colombia, el Tolima e Ibagué. “Es una ciudad pequeña, donde su gente se aburre de encantamiento porque es un encanto, sus mujeres y paisaje”.

Robelle y Jamardo procedían de Ferrocarril Oeste, José Ariel Gandulfo de Newell’s Old Boys, Enrique Ferrari de Vélez Sarsfield y Enrique Laino de las inferiores de Boca Juniors. En presencia del sabio Anibal Troilo, el rey de Bandoneón en el Buenos Aires City, acordaron sueldos, primas y otras arandelas.

El 2 de marzo de 1955 volaron en una aerolínea argentina en un itinerario Buenos Aires- Cali, Enrique Ferrari Lotitto, José Oscar Jamardo, Carlos Robelle, Jorge Ariel Gandulfo, Enrique Laino y Juan Barbieri. El 3 de marzo de 1955 los 6 argentinos salieron de Cali hacia Ibagué por una carretera destapada donde lodo y polvo enrarecían el viaje. Laino y Robelle le decían al Valle, pampa y Enrique Ferrari observaba esa llanura verde sembrada en caña o cubierta de ganados vigilados por garzas de vuelo encantador. A las 5 de la mañana salieron de la ciudad fundada por Sebastián de Belancázar. A las 12 de día terminaron de almorzar en Armenia y reanudaron la marcha. “Che, vamos a llegar a Ibagué con el culo chato”, dijo Laino que era el más bromista. Jamardo corrigió, “con la raya borrada”. Ferrari miraba las alturas asustado porque hasta ahora no tenía interiorizado cómo eran las cordilleras.

A las 2:30 de la tarde llegaron a Cajamarca, Enrique Ferrari traía las que sabemos congeladas por horror de aquellos precipicios del ascenso a la Línea y el descenso a Cajamarca. Una comitiva con el mejor carro del cuerpo de bomberos de entonces, los esperaba en el poblado fundado por monseñor Ismael Perdomo. El presidente del naciente Deportes Tolima, Manuel Rubio Chávez, Jorge Castillo, Humberto González, Jorge Viña Calderón, Humberto Rodríguez Jaramillo, Luis García, Adriano Tribín Piedrahita, el alcalde Capitán Alberto Mesa Delgadillo, encabezaban la delegación. Los recibieron con banda y voladores, los vivas que hasta entonces habían sido para Jorge Eliécer Gaitán y Laureano Gómez o para Gustavo Rojas Pinilla y César Cuéllar Velandia, fueron para aquellos argentinos que algunos parroquianos llamaban “místeres”. El alcalde de Cajamarca los saludó con “Good Bye” y decía “Qué querer”.

El vehículo del cuerpo de bomberos, que hasta entonces solo se utilizaba para apagar pequeños incendios o para transportar reinas, en ese momento sirvió para darle la bienvenida a los foráneos que iban a simbolizar la tolimensidad. Faltando quince minutos para las cuatro de la tarde, el carro de bomberos subió por la curva de la vuelta del chivo llevando como reinas a Gandulfo, Barbieri, Ferrari, Jamardo, Laino y Robelle. Los voladores, los vivas, las canciones, los aplausos y la multitud que salió a darle la bienvenida a los nuevos huéspedes de la ciudad fue grande.

La reina del deporte María del Rosario Tamayo, empezó besando a los más bellos, Gandulfo y Ferrari y terminó con Barbieri. Al presidente del Deportes Tolima ni al alcalde los besó. Ferrari reía feliz por el carnaval de colores, pitos y mujeres. Las mujeres gritaban y lanzaban flores. Descendieron del carro del Cuerpo de Bomberos en la 12 frente a las oficinas del Deportes Tolima. La Cra 3ª se convirtió en un pequeño rio humano y nadie se acordó que en el Tolima se mataba por Liberal o por Conservador.

El Hotel Lusitania de don Plutarco Arteaga, los recibió como huéspedes de honor. Los hospedaron en las alcobas y camas donde durmieron Alfonso López Pumarejo, Jorge Eliécer Gaitán, Laureano Gómez, Mariano Ospina Pérez y Gustavo Rojas Pinilla. Aparecían más en las páginas sociales de los diarios Tribuna y El Mundo. Las señoritas se derretían por aquellos héroes importados, que encarnaban la tolimensidad.

Instalados en Ibagué los 5 jugadores argentinos y el entrenador Juan Barbieri se unieron al grupo de los paraguayos Casimiro Ábalos y Enrique Candelo.

El argentino Héctor Ignacio Pérez y los colombianos Roberto “cocodrilo” Pacheco, Roaldo “el bimbo” Viafara, Efraín “caraña” González, Luis “cocina” Tejada y Aníbal “el mocho” Álzate. Ingresaron del Boca Juniors de Ibagué, los tolimenses Silvio Duarte, Alfonso Lopera Niño, Luis Alberto “el chirri” Triana, Miguel Roa y Hernado Saavedra “el mono Judas”.

Jugaron los partidos amistosos contra el Independiente Santa Fe y el Boca Juniors de Calí antes de iniciarse el Campeonato de Futbol Colombiano en abril de 1955. Caraña González inscribió su nombre como el jugador que hizo el primer gol del Deportes Tolima en su historia y Enrique Laino el primer autogol.

Carlos Robelle jugó unos pocos partidos pero como no había resuelto su situación militar en la Argentina tuvo que regresarse a su patria. 11 años después en 1966 vino directamente de Francia y jugó con el Deportes Tolima.

Jorge Ariel Gandulfo viajó al Ecuador en 1956 y el Tolima contrató a los arqueros Julio Romero y al samario Fernando Fernandez. Luego vendría el barranquillero Samuel Ford.

En ese mismo año (1955) los dos jugadores que más partidos jugaron el equipo vinotinto y oro fueron Jorge Ariel Gandulfo y Enrique Ferrari. El jugador que más goles hizo por el equipo de Ibagué fue Casimiro Ábalos y Alberto “el chirry” Triana jugó de arquero un partido en Cúcuta ante la expulsión de Fernando Fernandez.

A Enrique Ferrari lo prestó el Deportes Tolima al Atlético Nacional durante cinco partidos para un cuadrangular internacional que integraban los dos equipos de Medellín y dos de la Argentina. Ferrari en 1958 jugó con el Cúcuta Deportivo y regresó a Ibagué para vestir la segunda camiseta más emblemática del departamento como fue la de entrenador en la Universidad del Tolima. De entrenador de los equipos de la mayor casa académica de la región Ferrari dio el salto a las oficinas de Bienestar Universitario del Alma Mater donde los muchachos le decían profe y él les respondía “pibes”, con una sonrisa de ternura y de mamador de gallo.

Quien escribe esta nota tomó muchas veces café amargo con Ferrari en el Parque Ducuara y aún toma en el Granito de Oro de la tercera. Hablamos de lo divino y lo humano, una vez me dijo que era nacional colombiano sin haber renunciado a su nacionalidad argentina. Me contó también la historia de su segundo apellido Lotitto que solo lo pudo incorporar a su nombre muchos años después de haber venido de su patria debido a esas leguleyadas jurídicas que envuelve la cultura latinoamericana.

Dijo que su única militancia política había sido en las Juventudes Peronistas en Argentina antes los 22 años y de venir a Colombia. Sin embargo, tiene un altar en su alma con afectos por Evita Perón.

En la Universidad del Tolima tuvo un millón de amigos que todavía le dicen profe. Ferrari se ha colocado las dos camisetas más emblemáticas de la región como es la de atleta con el Deportes Tolima y en la educación con la Universidad más enaltecedora del Tolima.

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