El perdón como insulto


El acto de perdón y reconciliación de Claudia López es una burla a las víctimas. Luego del asesinato de sus seres queridos, López y demás personajes, se aprovechan del dolor de los familiares ofreciendo paños tibios sin ninguna intención de poner fin a la violencia policial.


| Por: Gearóid Ó Loingsigh |

Desde mucho antes del proceso de paz con las FARC y el anterior proceso con los paras, se escucha la palabra perdón y se habla de la necesidad de perdonar y avanzar hacia otra relación entre víctimas y victimarios. En el discurso oficial perdonar parece el acto más loable, digno y necesario. Empero, tiene una carga ideológica muy fuerte, sobre todo en contextos de conflicto interno cuando las víctimas tienen que perdonar al Estado y sus agentes, bajo la presión de iglesias, políticos y ONG.  Claudia López, la Alcalde de Bogotá celebró un acto de perdón y reconciliación por los 13 asesinatos en la ciudad. Ahora en el marco del evento vemos cuán reaccionario es el concepto de perdón.

Los cadáveres apenas se enfrían y exigen perdón, sin ofrecer nada a cambio. En el acto de perdón participaron varios curas católicos y un pastor evangélico instando al perdón y reconciliación. ¿Pero qué es lo que perdonan? y ¿con quiénes se reconcilian?

Ante la primera pregunta, ni siquiera Claudia López sabe que decir. ¿Perdonan un exceso de fuerza o un asesinato? ¿Perdonan algo que se les salió de las manos o algo que es el resultado natural de las políticas de seguridad del Estado? No son preguntas menores y el hecho que ninguno de los convocantes puede o le interesa responderlas indica que para ellos estas preguntas son superfluas, no se trata de un evento de perdón, sino de resignación ante los hechos. Como nadie en las instituciones explica bien que es lo que pasó, nadie puede perdonar. Y eso lo saben los curas que participaron en el evento.

El más conocido es Francisco de Roux, el presidente de la Comisión de la Verdad.  Llama la atención que una instancia creada en el marco del Acuerdo de Paz con las FARC se emplea para un perdón expreso y barato en el marco de protestas sociales. Para curas como él, en sus confesionarios el perdón se otorga luego de cinco pasos.

• El examen de conciencia que es una mirada muy sincera sobre los hechos.
• La contrición de corazón que significa sentir el dolor por haber ofendido o en el caso una empatía con la víctima.
• Debe haber propósito de enmienda de no volver a cometer el pecado (delito en el caso).
• Una confesión verbal que se supone que es completa.
• Satisfacción de Obra que significa buscar la mejor manera de reparar el daño.

Es obvio que ni los funcionarios del Estado ni de la Policía han examinado sus consciencias, tampoco sienten mayor dolor y de forma muy importante, no existe la más mínima intención de no volver a cometer el delito. Eso lo sabemos porque han asesinado a tantos manifestantes a lo largo de los años y lo más seguro es que lo vuelvan a hacer, quizás incluso este mes. Tampoco hay una confesión completa sobre lo que ocurrió.

Cuando la Policía detiene a un pobre por robar una lata de atún de un supermercado en Cali o alguien por un delito mayor, lo suelen llevar ante las cámaras y en un abuso de procedimiento lo declaran culpable. Ahora, nos vienen con el cuento que hay que esperar hasta que la justicia actúe para poder afirmar si fueron asesinados o no. En 2005, el ESMAD mató a golpes al joven Nicolás Neira, 15 años más tarde luego de un arduo trabajo que le costó el exilio, el papá del joven no ha logrado justicia. El Estado tampoco busca como reparar el daño.

Los curas piden a las víctimas que sean menos exigentes que ellos en el confesionario y el evento es sólo un ejercicio en relaciones públicas que se hizo con fines de apaciguar los ánimos en los barrios y también con fines electoreros. Si hubiese una voluntad real de arreglar las cosas, reconocerían todos los asesinatos que cometieron, incluyendo el asesinato de Dilan Cruz el año pasado en medio de las protestas. Pondrían fin al vía crucis que lleva el papá de Nicolás Neira y tantos otros.

También, si fuera sincera, López pediría perdón por la violencia ejercida por la Policía en los desalojos y la represión de las protestas en medio del confinamiento. Pero ella no piensa hacer eso nunca.

Así, de nuevo ¿qué es lo que están perdonando? Ahora, la segunda pregunta ¿quiénes se reconcilian? Pues no es obvio. Se supone que la víctima y su victimario son los que deben reconciliarse, pero los asesinos de Javier Ordóñez no estaban presentes, ni los asesinos de las otras personas. Así, no hay con quien reconciliarse en términos personales, pero López y de Roux no buscaban esa clase de reconciliación, sino entre la gente y el Estado. Aunque por las detenciones producidas luego del evento parece que fracasaron en ese intento, por lo menos con un sector de la población.

El acto de perdón y reconciliación de Claudia López es una burla a las víctimas. Luego del asesinato de sus seres queridos, López y demás personajes, se aprovechan del dolor de los familiares ofreciendo paños tibios sin ninguna intención de poner fin a la violencia policial. Cuando reconozcan lo que hicieron se puede hablar de perdón y reconciliación, cuando reparen el daño hecho se le puede hacer, no antes, pero incluso en ese momento, nadie está obligado a perdonar a los sicarios del Estado. ¡Ni perdón, ni olvido! sino castigo.