¡Mataron a Lombana!


| Por: Alexander Martínez Rivillas* |

El 14 de agosto de 1995 murió en Bogotá Fernando Lombana Martínez, campesino de Villahermosa, Tolima, a los 30 años de edad. Fue asesinado por un miembro de la policía metropolitana de Bogotá, quien disparó un arma de fuego desde el interior de la tanqueta 545. Instantes antes de caer al piso del puente de la avenida 26 con calle 34 (ya demolido), se encontraba sobre el separador del puente ayudando a otros campesinos a pasar hacia el carril izquierdo del puente (subiendo hacia el oriente). Recibió un proyectil en su frente, un amigo trató de darle los primeros auxilios, pero el disparo fue letal. Por mi parte, me encontraba a tres metros de Fernando cuando recibió el disparo, y solo pude ayudar a transportarlo a un vehículo con otros campesinos. Todos gritábamos furiosamente ¡Mataron a Lombana!

Fernando se encontraba en una marcha campesina, a la cual se habían unido otros sindicatos de Bogotá. Eran pequeños propietarios y jornaleros cafeteros, que bajo la dirección de ASOPEMA (Asociación de Pequeños y Medianos Campesinos), se habían tomado la plaza principal del Líbano, Tolima, desde el 18 de febrero de 1995, y luego la plaza Manuel Murillo Toro, de la ciudad de Ibagué, desde el 20 de julio de 1995. ASOPEMA fue en realidad la matriz del actual CNA (Coordinador Nacional Agrario), y sus miembros fundadores provenían del Líbano, de Villahermosa y de Murillo, principalmente. Las reivindicaciones de los campesinos debieron ser atendidas años atrás, pero el Estado colombiano siempre se ha regodeado en esas negativas. La inveterada idea ha consistido en llevarlos a la línea de fuego y “enseñarles” disciplina, para luego disuadir ejemplarmente a los líderes que traten de reeditar cualquier “levantamiento” campesino.

La costosa burocracia de la Federación Nacional de Cafeteros, los bajos precios de venta del grano, las deudas agobiantes del pequeño cafetero, los remates de las fincas por parte de la Caja Agraria (hoy Banco Agrario), la peste de la roya, la fractura del “pacto cafetero”, los suicidios de los deudores (que fueron decenas), la profundización de la pobreza, la falta de precios de sustentación, la usurpación de los ahorros del Fondo Nacional del Café, los bajos costos de producción del grano en Brasil y en Vietnam, la hiperconcentración de la propiedad de la tierra en el Tolima, y otras causas, fueron llevando a los campesinos del norte del Tolima a organizarse y a luchar por una vida decente.

Durante muchas noches nos reunimos con Fernando (en la Plaza Manuel Murillo Toro) y otros estudiantes universitarios (la mayoría de nosotros menores de edad), a estudiar los documentos políticos y técnicos del “paro cafetero”. Lombana atesoraba en su mochila las “Venas Abiertas de América Latina”, obra que conocía en casi todos sus entresijos. Por nuestra parte, creo que lo agobiábamos con las abstracciones hegelianas de Marx, y con el esquematismo clasemediero de la teoría del poder de Foucault. Hoy siento vergüenza de nuestra incapacidad de comunicarnos con esos líderes campesinos luminosos.

El asesinato de Lombana quedó impune. La policía nunca lamentó el hecho, por supuesto. Antanas Mockus como alcalde tampoco lo hizo y, ciertamente, era el primer responsable político del crimen (preservémonos de esos “autistas” y de todo fajardismo, se dice por ahí). Se acaban de cumplir 25 años de la toma campesina a Ibagué, y el mejor homenaje a Fernando es seguir exigiendo, pertinazmente, una redistribución radical de la tierra productiva del país.    

(*) Profesor Asociado de la Universidad del Tolima