La fe en los campesinos en tiempos de coronavirus



La historia ha brindado pocos reconocimientos a los campesinos e indígenas quienes día a día, con todas las adversidades y oposiciones que tienen encima, nos entregan el fruto de su trabajo para que no falten la diversidad de alimentos frescos y sanos que enriquecen la gastronomía de los hogares colombianos.

| Por: Jhusty Meliza Moreno Henao |

“Soy hijo de campesinos y lo digo con orgullo,
campesinos son los míos como lo han sido los tuyos.
Que vivan los campesinos y que los dejen vivir,
que el campo sin campesinos existe sin existir” - Jorge Velosa

Mucho nos ha enseñado este tiempo de crisis y emergencia sanitaria. La cuarentena obligatoria que inició desde el lunes 24 de marzo y los ejercicios de confinamientos por parte de los actores gubernamentales regionales que ya llevan más de tres semanas, ha generado en la población un comportamiento de cuidado, de solidaridad, de pensar no solo en los demás, también en el deficiente sistema de salud que colapsaría de no tomar dichas medidas como ha ocurrido en diferentes partes del mundo y de América Latina particularmente en países como Ecuador, Italia, España y EE.UU. El Covid – 19, coronavirus o el virus SARS-CoV-2, como ha sido llamado en distintos escenarios, plantea una emergencia sin precedentes que van desde el orden social, económico, político y alimentario.

De la misma manera, el confinamiento ha creado en la población una mirada desde el miedo y la angustia, no sólo porque el 47,7% de los colombianos trabajan en la informalidad (cerca de 5,7 millones de trabajadores), según reportes de DANE en el primer trimestre del 2020 (DANE, 2020), también por la incertidumbre que se genera frente al abastecimiento de alimentos y la canasta básica familiar, pues como es sabido, Colombia importa cerca del 30% en alimentos y productos de la canasta básica familiar. En un reporte de la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, se evidencia que en los últimos años las importaciones de alimentos en Colombia siguen aumentando a pesar de que el país tiene una vocación agrícola con buenas tierras para cultivar. Datos del censo agropecuario indican que Colombia tiene 110 millones de hectáreas en el campo, de las cuales 42,3 millones están destinadas a actividades agropecuarias y que de estas solo se cultivan 7,1 millones. Cifras del gremio del agro demuestran que mientras las exportaciones del sector crecieron entre 2000 y 2015 en 4,8%, las importaciones lo hicieron en 107%, lo que representa 11,4 millones de toneladas de importación frente a 4,2 millones de toneladas exportadas (DANE, 2014).

Entre los productos de importación solamente en enero del 2020 como se reporta en la Tabla 1, se identifican los cereales con un 42% de la participación en miles de dólares, 10% de productos lácteos y derivados, y un 7% en frutas y legumbres entre los cuales se encuentran guanábanas, cocos, aguacates, limones, mandarinas, naranjas, mangos, fresas, melones, sandías, maracuyá y plátanos, entre otros; además de las frutas compuestas principalmente por las ya tradicionales manzanas, peras, duraznos, uvas y ciruelas. Este panorama se suma a las políticas nacionales agropecuarias que fomentan los cultivos de exportación en flores, frutas exóticas, cafés especiales, cacao, artículos de confitería de la agroindustria azucarera, aguacates de la variedad hass principalmente, entre otros productos que no componen la canasta familiar y que en tiempos de crisis, como el actual, no son de primera mano. Lo anterior, pone en riesgo el modelo agroexportador implantado en familias rurales, campesinas, productoras y empresas familiares que han puesto su mirada en dicho sector.

Tabla 1. % de participación de las importaciones de productos alimenticios y animales vivos en miles de dólares

Fuente: Importaciones DANE – Reporte enero 2020

No obstante, en Colombia, la producción de alimentos que deriva mayoritariamente de la agricultura familiar campesina, hoy uno de los sectores menos favorecidos por la historia colombiana, tiene la oportunidad de demostrar que a pesar de las desigualdades que ocurren en el campo, la invisibilización de la población rural por las políticas públicas y la marginación de las comunidades campesinas e indígenas productoras de alimentos por las políticas de importación, tecnificación y modernización del campo; en Colombia, el campo es una alternativa para la producción de alimentos y el abastecimiento de la canasta básica familiar.

La agricultura familiar campesina e indígena, contribuye con un poco más de la mitad de la producción agrícola, con cerca del 80% de la producción cafetera y con una tercera parte del valor de la producción pecuaria (Acevedo et al., 2015; Forero et al., 2013; Santacoloma, 2015). Dicho de otra manera, la familia campesina e indígena como eje central de la sociedad, ha sido fundamental para comprender la manutención de los paisajes, las formas de trabajo existentes en las regiones, las transformaciones de las economías y las dinámicas que han abordado las sociedades rurales para mejorar sus medios de vida, como la intensificación en los cultivos, el aumento de las actividades no productivas, la proletarización del trabajo rural, emancipación femenina y las múltiples funciones en la soberanía alimentaria y la protección de ecosistemas con su biodiversidad, suelo y fuentes de agua dulce (Mora-Delgado, 2007).

La historia ha brindado pocos reconocimientos a los campesinos e indígenas quienes día a día, con todas las adversidades y oposiciones que tienen encima, nos entregan el fruto de su trabajo para que no falten la diversidad de alimentos frescos y sanos que enriquecen la gastronomía de los hogares colombianos. Esta crisis mundial ocasionada por la pandemia del coronavirus, es un escenario que se vislumbra como una oportunidad para reconocer, fortalecer y velar por la seguridad y soberanía alimentaria que siempre ha sido el propósito de los campesinos e indígenas que habitan y trabajan la tierra en el campo colombiano. Del mismo modo, que este es un momento histórico para reivindicar a los campesinos e indígena quienes sostienen base alimentaria del país. Gracias a ustedes, por sostener el campo colombiano y brindar tranquilidad en tiempos de crisis.!!!

Bibliografía

Acevedo, Á., Garavito, L. V., Salgado, D., & Gallego, J. H. (2015). Contribuciones de la agricultura familiar en Colombia desde el enfoque de la multifuncionalidad. Tres estudios de caso de agricultura familiar (WP). Documentos de Trabajo1(0). https://revistas.ucc.edu.co/index.php/dotr/article/view/1087/1578

DANE. (2014). 3 Censo Nacional Agropecuariohttps://www.dane.gov.co

DANE. (2020). Reporte de importaciones por sector agropecuario - enero 2020. https://www.dane.gov.co

Forero, J., Garay, L., Barberi, F., Ramírez, C., Suaréz, D., & Gómez, R. (2013). La eficiencia económica de los grandes, medianos y pequeños productores agrícolas colombianos. In Reflexiones sobre la ruralidad y el territorio en Colombia (pp. 69–115). Oxfam.

Mora-Delgado, J. (2007). Sociedades campesinas, agricultura y desarrollo rural. Revista Luna Azul24, 52–58. http://www.redalyc.org/html/3217/321727226007/

Santacoloma, L. E. (2015). Importancia de la economía campesina en los contextos contemporáneos : una mirada al caso colombiano. Entramado11(2), 38–50. https://doi.org/10.18041/entramado.2015v11n2.22210