Construir un pogromo: recetas de la derecha tolimense



| Por: Luis Orlando Ávila Hernández* |

Esta semana de septiembre, quizá inadvertido por las personas y sus negocios de publicidad y de inteligencia corporativa, que se fungen como periodistas, la carrera tercera, otrora lugar de la Ibagué amable, dicharachera y solidaria, fue escenario de un enfrentamiento que pudo pasar a asonada xenofóbica, entre vendedores ambulantes colombianos y venezolanos.

La confrontación entre los más pobres, es el elixir de la derecha y la ultraderecha y el mejor producto del capitalismo expoliador del medio ambiente que hoy gobierna a USA, Brasil, Argentina, Reino Unido, Italia y por supuesto a Colombia.

El Tolima no es la excepción, gracias a la alucinación fascista de sus elites que en las últimas tres elecciones, le ha volcado a elegir entre el carrusel de famiempresas de eso que llaman los partidos políticos tradicionales, incluyendo algunos camaleónicos aportes de la siempre útil izquierda de puestos.

La reyerta entre los más pobres, como receta infalible de la dirigencia capitalista de ultraderecha, se dio por la supremacía en la venta de aditamentos chinos contrabandeados para teléfonos digitales.

Los, les y las venezolanas pobres que han migrado al Tolima, embrujados por el autoritarismo colombiano reinante, solo cumplen la misma lógica de migración de los, les y las colombianas que huyeron al extranjero desde el dictatorial gobierno conservador del señor Guillermo León Valencia, ultimo de una imposición autoritaria nada democrática llamada Frente Nacional.

La diferencia es que el capitalismo huérfano de poder en su país y que ilusionó a los migrantes venezolanos a dejarle desde 2016, aunque con igual libreto, tiene una careta distinta a la que se usó y usa en Colombia para haber echado a más de 10 millones de colombianos que desde los 60 se fueron para USA, España, Ecuador, Argentina y poblacionalmente más numerosa, a Venezuela.

La careta que usó el capitalismo expulsador del señor Valencia y quienes le sucedieron en Bogotá hasta el hoy subpresidente, fue elaborada con el maquillaje del terrorismo de Estado: empalamiento de mujeres embarazadas, “corbata colombiana”, decapitación de niños, violación de adultos mayores, masacres a poblados enteros y el lucrativo robo de sus tierras.

Así que ahora que el capitalismo expoliador ha encontrado una mina en el contrabando y en la subsecuente quiebra y desaparición de la industria y las manufacturas nacionales, lo logra a expensas de la infestación principalmente de mercancía china, uno de los motores del lavado de activos producto de la corrupción.

De esa mercancía china comprada con lo que el economista Luis Jorge Garay en los 90 diera en llamar los capitales “golondrina”, es que la pirámide de poder del contrabando, ha echado mano de los, les y las colombianas y venezolanas más pobres.

Por eso la intervención de la policía en el alzamiento entre pobres en pleno centro antiguo de Ibagué, terminó en la retención de un adolescente venezolano, al que intimidaron públicamente con deportarlo. 

Más que nadie las llamadas autoridades colombianas saben lo lucrativo del negocio y lo indispensable que son los pobres (colombianos y venezolanos) para engranarlo a costa de una mísera paga sin derecho a servicios dignos de salud, un salario justo, educación o bienestar social, por la misma razón que saben que entran y salen los capitales golondrina del Tolima y Colombia, como cual entran y salen los venezolanos de estrato 10 incluido el autoproclamado presidente de utilería y su comitiva non sancta en naves y vehículos oficiales colombianos.   

El capitalismo expoliador y expulsador tiene un matiz en Ibagué y el Tolima: los candidatos y congresistas de la derecha y ultraderecha.

Desde el señor exrector de universidad que pregona el paso de vencedores, hasta el otro candidato que con su valla con rostros ensombrecidos de policiales féminas nos dicta el arte (oscuro) de la seguridad, pasando por el inusitado empresario que con hermano congresista avala todas las formas de lucha contra el atemporal desempleo, hasta llegar al congresista señor Ferro que muy al estilo del gobernante partido Likud en Israel, mandará a revisar casa a casa de Ibagué y Colombia, no por árabes o palestinos ilegales, sino por quien ose poseer una lora, una guacamaya o cualquier ave parlanchina que pueda arriesgar a su propia oratoria.

Elaborar un discurso que avive a la pobreza como meta sublime de la obediencia (de-construir), es el propósito de los, les y las candidatos de la derecha y ultraderecha de Ibagué y el Tolima que solapados ayudaron a derrumbar ladrillo a ladrillo los escenarios deportivos y por lo cual nunca para la historia pasarán de agache.

Por eso lo sucedido en esta semana de septiembre en pleno corazón comercial del Ibagué de los pobres, llama a la reflexión hasta donde la elite electorera de derecha y ultraderecha tolimense pueda llegar y como la historia está cansada de enseñarnos que los pogromo se basan en ese discurso de las autodenominadas (ahora se entiende autoproclamadas) sociedades perfectas, empresarias, cristianas, puras, sin tacha en contra de los invasores, extranjeros, pobres, ladrones, ateos e inmorales.

La violencia que se pueda desatar en Ibagué y el Tolima entre los, les y las venezolanas y colombianas más pobres que con su trabajo mal pago enriquecen al capitalismo golondrina de las elites tolimenses, es responsabilidad de esa palabrería xenófoba e ignorante de los, les y las candidatas y sus auspiciadores de los partidos Conservador, Liberal,  Centro Democrático, Firmes, Cambio Radical, Colombia Justa y Libre, de la U, Renaciente y sus simbiosis cristianas, es decir, como se denominan así mismos: los tradicionales, como tradicional es nuestra miseria.     

(*) Ingeniero agrónomo, propietario de la ex Tienda Cultural La Guacharaca.    

Imagen del Pogrom Petliura Days (Lvov, Polonia) donde Ucranianos pronazis y los nazis lincharon a judíos polacos en 1941