¿Qué es el trabajo? Una aproximación al concepto



El autor se pregunta ¿qué es el trabajo? y lo que implica el futuro para los trabajadores en esta sociedad marcada por la robotización.

Por: Carlos Julio Díaz Lotero. Analista laboral ENS

Hoy están en desarrollo amplias discusiones sobre el futuro del trabajo, por el impacto que sobre éste tienen los vertiginosos procesos tecnológicos de los últimos tiempos, a tal punto que la OIT designó una Comisión Mundial para analizar el tema y dar orientaciones de políticas para cumplir su propósito de justicia social. En este contexto cabe la pregunta sobre lo que entendemos por “trabajo”.

Desde diversas disciplinas, como la economía, la sociología, la sicología, la filosofía y la teología, entre otras, se han elaborado profundas disertaciones sobre lo que se entiende por trabajo”. Pero en los avatares diarios de su lucha por la supervivencia la gente se va formando una idea personal a partir de la manera como resuelven el tema del trabajo, que es el primer reto de la existencia humana.

¿Cuál es el concepto que tiene la sociedad sobre el “trabajo”? La percepción más baja la tenemos en la esclavitud y el trabajo forzoso, que todavía es un fenómeno masivo en el mundo. La OIT estima, a cifras del 2016, que 24,9 millones de personas se encontraban sometidas al trabajo forzoso, la forma de esclavitud moderna.

De los 24,9 millones de personas atrapadas en el trabajo forzoso, 16 millones son explotadas en el trabajo doméstico, la industria de la construcción y la agricultura; 4,8 millones son víctimas de la explotación sexual forzosa; y 4 millones se encuentran en situación de trabajo forzoso impuesto por el Estado.

El trabajo forzoso afecta en forma desproporcionada a las mujeres y niñas, que representan el 99% de las víctimas en el comercio sexual y el 58% en otros sectores. Un concepto no mucho mejor que el anterior lo tienen amplias masas trabajadoras que se debaten en la economía del rebusque y de la informalidad laboral. Muchos de éstos inventan su puesto de trabajo por la presión del desempleo, otros soportan maltratos bajo la figura de vínculos laborales ilegales, y en general sus condiciones en seguridad social e ingresos son bastante precarias. Hoy demasiadas personas subsistan en cuchitriles sin servicios públicos, con dificultad para acceder a una canasta básica de alimentos.

Una percepción intermedia la tienen quienes trabajan en actividades con las que no se identifican. No son felices con lo que hacen, pero se resignan porque ven su trabajo como un sacrificio necesario para obtener los mínimos vitales para la supervivencia personal y de su grupo familiar.

La mejor percepción sobre el “trabajo” la tienen personas que aman su trabajo porque se identifican con él. Éste les permite crecer y  sentirse útiles haciendo algo que la sociedad necesita. Estos trabajadores los podemos encontrar en todas las áreas de la vida, y sobre todo en profesiones asociadas a actividades creativas en las artes y las ciencias.

Esto nos indica que el significado de lo que entendemos por trabajo” debe considerar todas sus dimensiones subjetivas. Por esta razón NO debemos pensar el futuro del trabajo como algo predeterminado por la tecnología; es nuestra responsabilidad como seres dotados de conciencia y pensamiento crear ese futuro. 

La necesidad moral inmediata que tenemos como sociedad es eliminar la esclavitud, el trabajo forzoso y otras formas inhumanas y precarias de trabajo, garantizando Trabajo Decente para quienes se encuentran en condiciones humillantes de explotación laboral, para los que laboran en condiciones de precariedad y/o informalidad, y para quienes su único trabajo es buscar trabajo. Necesitamos además una concepción universal e ideal de “trabajo” para guiar nuestra acción política.

¿Cuál es, entonces, el concepto que debemos construir sobre el “trabajo”? En internet se encuentra esta definición de trabajo:“Ejecución de tareas que implican un esfuerzo físico y/o mental, y que tienen como objetivo la producción de bienes y servicios para atender las necesidades humanas. El trabajo es por tanto la actividad a través de la cual el ser humano obtiene sus medios de subsistencia…” 

Se parte de reconocer que es un proceso “físico y/o mental” para el mantenimiento de la vida. Si bien es una mirada bastante limitada, tiene como positivo que destaca al proceso mental dentro de los determinantes del “trabajo”.Una característica de un proceso mental es la intencionalidad, que además encierra otras variables como la inteligencia, el aprendizaje, la conciencia, la percepción y las reacciones emocionales. El trabajo es siempre una acción deliberada y ocurre solamente a la luz de la conciencia, siendo inseparable del proceso de aprendizaje, de asimilación y de creación de conocimiento. Los actos involuntarios, inconscientes y sin reflexión no constituyen un trabajo, por tanto, los animales en sí mismos no trabajan. El “trabajo” es una función exclusivamente humana.

Un enfoque interesante sobre el “trabajo” lo aborda la Encíclica Laborem Exercens (Sobre el Trabajo Humano) del Papa Juan Pablo II, publicada en el año 1981 con motivo del 90 aniversario de la Rerum Novarum (Sobre la cuestión obrera) del Papa León XIII, que dio origen a la llamada Doctrina Social de la Iglesia en el año 1891.

En la introducción de la Carta Encíclica Laborem Exercens el Papa Juan Pablo II plantea:
 “Con su trabajo el hombre ha de procurarse el pan cotidiano, contribuir al continuo progreso de las ciencias y la técnica, y sobre todo a la incesante elevación cultural y moral de la sociedad en la que vive en comunidad con sus hermanos”.

Carta Encíclica Laborem Exercens.  Papa Juan Pablo II

El Papa en su conceptualización trasciende el propósito de subsistencia del “trabajo”, para resaltar su contribución al “progreso de las ciencias y la técnica” como un proceso mental altamente creativo, que como sabemos redunda en una mayor eficiencia en el propósito de “procurarse el pan cotidiano”. La otra idea que se desprende de este concepto de trabajo es su aporte al desarrollo “cultural y moral” de la “sociedad” en general y de la “comunidad”, dando a entender que el “trabajo no se puede concebir como un acto aislado del ser humano, sino que involucra una acción colaborativa y solidaria en el proceso económico generador de riqueza.

Ante los anuncios catastróficos del fin del trabajo por la llamada cuarta revolución industrial, que supuestamente desplazará con autómatas muchas ocupaciones laborales, el Papa Juan Pablo II precisa que el desarrollo es un proceso natural en el que aparecen nuevas formas de trabajar y otras desaparecen. Por tanto los riesgos no provienen de la tecnología sino de las infiltraciones, de intereses contrarios a los principios éticos que deberían guiar las relaciones económicas y sociales entre los seres humanos. 

Si el riesgo de la precarización laboral y del empobrecimiento de los trabajadores persiste por la avaricia del capital, se hace necesario el proceso organizativo de los trabajadores en medio de las transformaciones objetivas del trabajo, es decir, de los avances tecnológicos. Es lo que se interpreta en el siguiente párrafo:

“Por eso, hay que seguir preguntándose sobre el sujeto del trabajo y las condiciones en las que vive. Para realizar la justicia social en las diversas partes del mundo, en los distintos países, y en las relaciones entre ellos, son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de los hombres del trabajo y de solidaridad con los hombres del trabajo. Esta solidaridad debe estar siempre presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del trabajo, la explotación de los trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre”.

El Papa Juan Pablo II formula la necesidad de nuevos procesos organizativos de los trabajadores, que él denomina “nuevos movimientos de solidaridad”, como respuesta a las nuevas formas organizativas del trabajo introducidas por los cambios tecnológicos y de organización del capital que subyugan al trabajador, pues según el Papa, la dimensión subjetiva del trabajo, es decir el ser humano, debe predominar sobre la dimensión objetiva que se expresa en las transformaciones del mundo del trabajo por las causa señaladas.

En mi concepto la Encíclica Laborem Exercens nos da pistas para abordar nuestras preocupaciones sobre el futuro del trabajo. De acuerdo con estos planteamientos, el trabajo es esencialmente un proceso creativo que tiene lugar en nuestras mentes, incluyendo aquellos trabajos donde predomine el esfuerzo físico, siempre y cuando no sea meramente repetitivo, puesto que involucran actos de cognición que son de carácter fundamentalmente creativos, independientemente de lo poco significativos que parezcan. Por ello manifiesta:

 “El fundamento para determinar el valor del trabajo humano no es en primer lugar el tipo de trabajo que se realiza, sino el hecho de que quien lo ejecuta es una persona. Las fuentes de la dignidad del trabajo deben buscarse principalmente no en su dimensión objetiva, sino en su dimensión subjetiva”.

Carta Encíclica Laborem Exercens.  Papa Juan Pablo II

En la Encíclica se dice que la acción solidaria de los trabajadores ha sido una reacción contra la degradación del trabajo, sobre todo en el trabajo monótono, despersonalizado, donde la máquina tiende a dominar sobre la persona, y contra la explotación y las ganancias basadas en el deterioro de las condiciones de trabajo.

 “Esta situación estaba favorecida por el sistema socio-político liberal que, según sus premisas de economicismo, reforzaba y aseguraba la iniciativa económica de los solos poseedores del capital, y no se preocupaba suficientemente de los derechos del hombre del trabajo, afirmando que el trabajo humano es solamente instrumento de producción, y que el capital es el fundamento, el factor eficiente, y el fin de la producción”.

El modelo de desarrollo neoliberal le restó valor e importancia social al trabajo, generando un profundo desequilibrio a favor del capital. De hecho la persona se considera un instrumento de trabajo, y el trabajo una mercancía.

Por ello necesitamos hacer una revisión a fondo de este modelo económico,  para restablecer el predominio del ser humano sobre el capital, y de la importancia del trabajo en la sociedad y la vida de las personas, donde el trabajo se humanice, y más que un factor de esclavitud sea para la libertad, la creatividad y la realización humana.

Lejos de constituir una amenaza para el empleo, la “robotización” contribuirá a acelerar este proceso, al liberar la fuerza de trabajo de actividades rutinarias, monótonas, repetitivas y no creadoras, dándonos la oportunidad de ampliar la participación de ésta en investigaciones científicas y en los desarrollos tecnológicos relacionados.

Para ello necesitamos transformar la economía de hoy basada en actividades extractivas minero-energéticas y primario exportadoras, por una economía basada en el conocimiento y de alto valor agregado y contenido tecnológico. En correspondencia se debe rediseñar todo el modelo educativo, desde la formación básica primaria hasta la terciaria, con énfasis en ciencias duras, pero sin olvidar que la educación debe ser igualmente para la vida y la democracia.

El futuro que queremos le da forma al presente de nuestra acción política; necesitamos recuperar la centralidad del trabajo en la sociedad, el Estado debe poner nuevamente a la persona en el centro de sus preocupaciones y de la política pública. El punto de partida para estas transformaciones es cambiar de mentalidad, es cambiar nuestra forma de pensar y de actuar en el escenario político-electoral.

Como segundo paso, debemos garantizar que el Estado asuma su rol en el control del crédito, de la moneda, de la política cambiaria, del desarrollo de la infraestructura, y de las políticas públicas, para ponerlas al servicio de la economía real y de la sociedad. También se debe rediseñar el sistema tributario, en concordancia con los principios constitucionales de eficiencia, progresividad y equidad; excluir del mercado la seguridad social, fortalecer la educación pública gratuita de calidad y asignar un mayor peso en el presupuesto público de la inversión en ciencia y tecnología.

Foto de referencia. El Trabajo en evolución, Orlando DElía, Venezuela 2017.