Lo que se ha de aprender: lección de periodismo provincial



| Por: Luis Orlando Ávila Hernández* |

El poeta nadaista Jaime Jaramillo Escobar, X-504, en uno de sus tantos ditirambos versados dio en lograr encontrarnos a nosotros mismos en nuestra sociedad pacata y provincial, digo de la Ibagué y el Tolima, en El Hombre Bien Educado” (1991):

Si tú estás en mi casa, no puedo yo decirte nada que te hiera, ni en lo más leve, porque estás en mi casa.
Si yo estoy en tu casa, no podré decirte nada que te hiera, así sea levemente, porque estoy acogido en tu casa y sería casi un delito de mi parte.

Lo procaz y mendaz del periodismo provincial se significa en la capacidad de hacer de la genuflexión una virtud, un salto hacia delante en la profesión.

Si estamos en el templo, no podré decirte nada que te hiera levemente, porque estamos en el templo y el respeto a los dioses es también respeto al mundo.
Si nos entretenemos en el juego, mientras estemos jugando no podré decirte nada que te hiera, porque las leyes del juego obligan a los jugadores por igual.

Y con ello no se patenta que lo central o nacional sea mejor o menos vil, ni más faltaba, la sarna al perro le llega, siempre, desde afuera, de la calle, de lo ajeno.

Si estamos en la calle, ah, de ningún modo podría yo ofenderte en la calle, en el mismo momento en que debo ofrecerte mi saludo como demostración de contento por haberte encontrado en la dichosa casualidad de la calle, en esta hermosa ciudad toda llena de árboles, de pájaros y de caprichosas fuentes.

Más en plena “fiesta” de la democracia, entiende uno al astigmatismo intelectual de portales virtuales, editoriales impresos o emisiones radiales, donde tras el punto mesurado, la justa nota apuntada, la diaria imagen insertada como la invitación a una fiesta no pedida, insuflada.  

Si te encuentro en una fiesta a la cual hemos sido invitados con fineza, ¿cómo podría yo ofenderte en el obsequio del salón, quebrantando la consideración debida a los anfitriones y el honor de la casa ajena?

Pero la lección está ahí, para ser aprendida, dirán, acerca de lo políticamente correcto, por más irreverente, lo más Bolaños, lo más Tarantino, lo más excomunista trotskista que se sea, la costumbre impartida es no dejar de ser el eterno lactante en que nos convirtieron y que a gusto nos pervivimos.

Si por acaso nos encontramos en un viaje, tampoco podría yo ofenderte de ningún modo bajo el acatamiento y la atención del viaje, en presencia de la naturaleza admirablemente florecida, y los tranquilos ganados que nos miran apreciativamente desde el campo.

Montón de caprichos, si todo era el gesto preciso, la palabra gustosa, la mirada acertada, el silencio oportuno, la rodilla hincada

Tal parece que el mundo se ha vuelto estrecho, que no hay lugar para volver a ser nosotros mismos, como hemos sido siempre.

Plástico negro reutilizable cubriendo el rostro y el torso, papel periódico los pies, cinta ancha adhesiva toda atando su huida al viento, mejor fortuna no nos hubiesen procurado sus mismos pares provinciales para juzgarle momentáneamente al menos mientras cambien de fachada su pedestal de ignominia, ante el cual se postra a diario el periodismo provincial en su afán de conservar nuestra miseria, bajo su fe de silencios redimibles.

¡Y tantas ganas que tenía yo de ponerte de presente unas cuantas cosas!


(*) Imagen de agosto 2019 de la Catedral de Ibagué, esfinge al señor polaco que permitió silente el campo de concentración de Bosnia Herzegovina, hoy convertido santo, por fortuna enmascarado.

Fotografía de referencia: arquidiocesisdeibague