Fotografía UT: |
|Por: Beatriz Jaime Pérez – Profesora Facultad de Ciencias Humanas
y Artes|
Esa cultura de la mayordomía
hacendataria enquistada en las prácticas administrativas de la
Universidad del Tolima, descrita por Alexander Martínez Rivillas a finales de
2013 en un artículo intitulado “Los tinterillos del gobernador”,
no podía ilustrar mejor, tanto las calidades profesionales de quienes asesoran
jurídicamente a la administración central, como la sevicia con que ésta es
capaz de reaccionar cuando alguien le expone públicamente sus vicios.
Como si la Universidad no fuera el espacio de la dialéctica por antonomasia y más bien su función fuera desterrar el pensamiento crítico, estos abogados, descritos con justeza por Martínez Rivillas como figuras oscuras y esquizoides, sin ninguna experticia en legislación educativa, se dedican con saña, en actitud casi de consagración, a perseguir a directivos de ASPU con demandas en los tribunales, mientras abandonan sin pudor los procesos en los que la UT necesita ser defendida.
Lo anteriormente enunciado no
es una opinión; es una información que cualquier persona puede consultar en la
página web de la Rama Judicial, en la que aparecen publicados los litigios que
adelanta la UT contra personas naturales o jurídicas.
En esa plataforma se constata
que desde enero de 2013, la administración de José Herman Muñoz Ñungo ha
iniciado 27 procesos jurídicos, de los cuales once son contra dos miembros de
la Junta Directiva de ASPU y otros doce contra cinco profesores más. Es decir,
23 demandas contra profesores, en lo que va corrido de su administración, de 27
procesos que ha iniciado en total.
Así las cifras, pareciera que
los peores enemigos de la Universidad fueran sus propios profesores. Aquí cabe
preguntarse por qué la UT se concentra de forma extraordinaria en judicializar
a los docentes (insisto, 23 procesos de 27 se despachan contra profesores), y
no propone fórmulas de concertación o mediación en el marco de la autonomía
universitaria, perfectamente legales, con el fin de evitar semejante
despilfarro en asesorías legales.
Conviene recordar que ASPU
advirtió mediante comunicados las consecuencias negativas de estas acciones
judiciales erráticas y antiuniversitarias. Más aún, en los acuerdos de ASPU con
la administración Muñoz Ñungo se trató la conformación paritaria de una
Comisión de Reclamos Laborales, que luego de instalada nunca pudo funcionar
porque la administración central de la UT se negó a aceptarla.
En cambio, decidió contratar
a un “ejército” de abogados para “solucionar” los conflictos. Nunca en toda su
historia, la UT había tenido nueve asesores jurídicos de planta, cinco
contratistas, algunas veces seis, que prestan servicios jurídicos, y seis
pasantes o auxiliares en materias judiciales. Esa cifra de 20 ó 21 abogados que
actualmente tiene la Universidad, tampoco es una opinión; es un dato
escandaloso que puede ser confirmado y que debe ser denunciado.
En la información publicada
por la Rama Judicial también se constata que, en una universidad que tiene más
funcionarios que profesores, no existe ni un solo funcionario o directivo
sometido a un proceso judicial. Aquí también cabría preguntarse por qué razón
no se investiga a funcionarios, cuando buena parte de los litigios que hoy
adelanta la UT fueron generados por sus incapacidades y su negligencia.
Las preguntas anteriores
tienen una respuesta simple: tras las demandas se esconde el ensañamiento de
verdaderos pica
pleitos, los cuales deben justificar sus costosos honorarios.
Entre tanto, el único proceso
contra la Gobernación por el tema de los aportes que ésta le debe a la
Universidad del Tolima, estuvo dos años abandonada por esos mismos asesores
jurídicos que estaban ocupados en perseguir sindicalistas, tiempo que aprovechó
la Gobernación para saturar el expediente con información de pagos por otros
conceptos, al punto de que por poco es la Universidad la que le sale a deber.
Estos datos numéricos, tan
extremos, revelan una política de abuso del Derecho y del poder, con un
agravante adicional: los asesores jurídicos, en su mayoría, son profesionales
sin una preparación adecuada, precarios en materias jurídicas y descaradamente
funcionales a la politiquería y al clientelismo que se enquistó en la UT.
Lo anterior tampoco es una
opinión; es la inferencia lógica que se desprende de las revelaciones que hace
la Rama Judicial, según la cual de esos 27 procesos que ha adelantado la UT, 22
han sido rechazados y solo dos han sido exitosos, pues estos asesores solo han
sido capaces de ganar en favor de la Universidad una acción de tutela, que como
sabemos es un recurso para el que no se necesita ser abogado, y la recuperación
de un inmueble arrendado.
Hablo de dos y no de cuatro
porque de hecho descuento los dos procesos vergonzosos “ganados” por la UT en
los que le retiran el fuero sindical a Alexander Martínez Rivillas, por la no
convalidación a tiempo de su título de maestría, subsanado recientemente por el
Ministerio de Educación Nacional. Me pregunto quién responde por estos
descalabros jurídicos.
Para comprender mejor cómo es
que la administración central dedica esfuerzos y recursos en asesores jurídicos
que la “defienden” en los juzgados y tribunales de justicia, conviene analizar
algunos detalles que ofrece la información publicada por la Rama Judicial.
Por ejemplo, que fueron
rechazados por falta de competencia del tribunal que recibió las demandas los
cuatro procesos ejecutivos que existen contra los profesores Julián Carlos
Arcos, Alberto González y Héctor González, quienes luego de obtener comisiones
de estudios se fueron de la Institución sin haber pagado la contraprestación en
tiempo de trabajo o en dinero. El último proceso contra los tres profesores
dice “Archivo definitivo”. De lo anterior se desprende que la UT tiene
muy poca probabilidad de recuperar los recursos que invirtió en la
cualificación de estos tres docentes, monto que a la fecha puede ascender a mil
millones de pesos. De nuevo me pregunto quién responde por semejante
negligencia.
Otros detalles. Tres procesos
ejecutivos contra el profesor Carlos Jaramillo Pechené, quien se fue de la
Universidad sin pagarle los recursos que ésta invirtió en una comisión de
estudios de la cual fue beneficiario, también fueron rechazados. Sobre este
caso no hay evidencia de que la UT haya presentado algún recurso que le permita
continuar en la disputa por recuperar esos recursos. Una vez más, quién
responde.
Contrasta la actitud de
abandono de los asesores jurídicos de la UT para atender el caso de la
Gobernación y el de estos cuatro profesores, con su denodado empeño en llenar
de pruebas espurias los procesos contra los directivos de ASPU, cuyos folios
pueden tener una cifra que, de lo exagerada, es cobarde, pues en algunos casos
llegan a mil.
Contra Alexander Martínez
Rivillas, vocal de ASPU, se tramitaron cuatro demandas con las que la UT
aspiraba a que el profesor devolviera los recursos de los puntos salariales
asignados por la maestría en Gestión Pública y Desarrollo Sostenible, cursada
en la Universidad Autónoma de Barcelona, España, y que por razones ajenas a él,
solo pudo convalidar hasta este año. Sin embargo, todos los juzgados han
rechazado las demandas interpuestas arguyendo, entre otras cosas, que no
existen méritos para cobrarle dichos recursos.
Contra Jorge Gantiva Silva,
presidente de ASPU, se interpusieron cinco procesos con los que la UT aspiraba
a que el profesor regresara los recursos de los puntos salariales asignados por
un curso de profundización que adelantó en Chile, el cual fue certificado por
el profesor e interpretado por la propia Universidad como susceptible de ser
reconocido con puntos salariales. No obstante, todos los juzgados y tribunales
han conceptuado que no existen méritos para sustentar dicha devolución.
Las demandas, sin embargo, no
constituyen lo más grave en estos dos casos, porque como lo hemos expuesto, el
trabajo jurídico se ha adelantado con tanta torpeza, que cuando no es que los
tribunales rechazan sus demandas, es que fallan en favor de los demandados. Lo
realmente grave es la maledicencia urdida durante todo este tiempo contra el
buen nombre de los profesores Martínez Rivillas y Gantiva Silva.
“Son profesores con títulos falsos”, vociferó un funcionario
frente a un micrófono, en una asamblea general llevada a cabo en el parque
Ducuara en 2013, y ni el Rector ni el Vicerrector Académico se dignaron aclarar
el infundio alguna vez. Al contrario, promovieron la actuación execrable del
corrillo y la comidilla. Calumnia, calumnia, que de la calumnia algo
queda, es una frase que se le endilga a Laureano Gómez, uno de los
mayores responsables de la Violencia de mediados del siglo XX en Colombia. Esa
parece ser la consigna más conveniente en estos dos casos.
¿Se ha dedicado la
administración central de la UT a pagar costosas asesorías jurídicas para
combatir a sus críticos, por su evidente incapacidad para rebatir los
argumentos con que han develado las malas acciones que hoy tienen a la UT
sumida en una profunda crisis?
Pero, además, ¿cuál es la
razón de que no exista un solo funcionario o directivo sometido a un proceso
judicial si, como lo hemos dicho, buena parte de estos litigios fueron
generados por sus incapacidades, o por sus deliberadas acciones de persecución
sindical? Muy fácil, porque la administración se encuentra acorralada por un
sector poderoso de funcionarios, que a su vez fungen como politiqueros.
Fuente: Consolidado con base en http://procesos.ramajudicial.gov.co/consultaprocesos/
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