GRECIA: BIENVENIDO EL PÁNICO, BIENVENIDA LA POLÍTICA



La propuesta del gobierno griego es simple y radical, 
que la ciudadanía decida sobre su propia política económica 
y que se cumpla el programa por el que votaron los electores.
Alejandro Mantilla

Durante los últimos seis meses este gobierno ha estado luchando en condiciones de asfixia económica sin precedentes para cumplir lo prometido. Nuestra promesa consistía en negociar con nuestros socios europeos el fin de la austeridad y el retorno de la justicia social a nuestro país.

El mandato que nos disteis tenía como fin lograr un acuerdo que respetase la democracia, los valores europeos y que acabase definitivamente con esta crisis económica.

Nunca, ni por un momento, contemplamos rendirnos. Eso hubiese sido traicionar vuestra confianza.

Así abrió su discurso en la medianoche del 26 de junio el primer ministro griego Alexis Tsipras. El líder heleno convocó a un referendo que dejará en manos de la ciudadanía la decisión sobre aceptar o no las condiciones propuestas por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) para continuar con un rescate financiero.

Antes de la victoria electoral de Syriza, la coalición de izquierda radical encabezada por Tsipras, la troika impuso políticas de ajuste que recortaron el gasto público social para garantizar el pago de la deuda y asegurar la estabilidad del capital financiero. El nuevo gobierno de izquierda reanudó los diálogos sin alcanzar resultados positivos. La troika insistió en la continuidad de las políticas de austeridad, proponiendo políticas como el recorte de salarios públicos, aumento del IVA en los alimentos, o reducción de las pensiones, peticiones abiertamente contrarias al programa de Syriza, quien ganó las elecciones con un programa que incluía el aumento de impuestos a las transacciones financieras y a los grandes capitales, la garantía de derechos laborales y la recuperación de los programas de bienestar social destruidos por la crisis y las políticas de austeridad. Tras cinco meses de forcejeo y la imposibilidad de llegar a un acuerdo, la mayoría del Eurogrupo le impuso un ultimátum al gobierno griego, quien respondió con una convocatoria al referendo, con un cierre temporal de los bancos y con la regulación de los retiros bancarios hasta un máximo de 60 euros al día.

El fin de la política

Uno de los rasgos más curiosos de la filosofía política contemporánea es su obsesión con el problema de la decisión. Los abogados lectores del nazi Schmitt, los eruditos admiradores de Heidegger, los economistas versados en la teoría de juegos y la elección racional, o los nuevos defensores del contrato social, todos ellos están inmersos en el problema de la decisión. Sin embargo, tal preocupación ha crecido precisamente en una época donde parece imposible decidir políticamente.

Desde finales de la década de los ochenta, se habló de la globalización como un destino ineluctable para todas las economías del mundo, de ahí que ningún gobierno pudiera resistirse a un proceso que lucía tan inevitable como la ley de la gravedad en el planeta Tierra. Con el dogma de la no intervención en los mercados, se asumió que el buen gobierno sería aquel que evitara decidir sobre la economía, procurando que sean los agentes económicos quienes tomen las decisiones que realmente importan.

Tal concepción del buen gobierno es un complemento de los ataques de Hayek contra las elecciones democráticas mayoritarias, y de la redefinición de los derechos elaborada por Nozick. En el primer caso Hayek planteó que las decisiones mayoritarias eran una posible fuente de limitación de la libertad individual, mientras Nozick defendió que los únicos derechos susceptibles de justificación eran aquellos que operaban como restricciones indirectas a la acción de los demás. En la base del proyecto neoliberal está la pretensión de socavar la soberanía popular, el principio democrático y los derechos sociales, evitando que los gobiernos decidan sobre su política económica dándole todo el poder al mercado, desconfiando de las preferencias de las mayorías, otorgándole poder de decisión política a tecnócratas no elegidos y considerando que los únicos derechos justificables son aquellos que no limitan la iniciativa privada.

De manera imperceptible, el neoliberalismo quiso constituirse como el fin de la política moderna: los gobiernos no deciden, los electores no eligen, los derechos no protegen y los temas cruciales de la sociedad no son objeto de deliberación, pues el mercado regula la vida de individuos aislados que no se agrupan para configurar proyectos comunes.

Es la política… estúpido

El referendo griego es uno de esos momentos cruciales donde retorna la política frente a los dictámenes del mercado impersonal que evita la genuina toma de decisiones. La insurrección zapatista en Chiapas, la guerra del agua en Cochabamba, los piquetes argentinos, el movimiento antiglobalización, los indignados ibéricos o las revueltas en Islandia, han sido diversos momentos donde la gente ha pedido el retorno de la decisión y la política. Sin embargo, varios de esos eventos parecen tener la fuerza del acontecimiento imprevisto que rompe la marcha de la historia pero no logra reorganizar nuevas instituciones sociales; un evento fugaz que se diluye para no volver. Lo que ocurre hoy parece tener otra dirección. Parece que pasamos de la posibilidad del acontecimiento a la genuina lucha por la hegemonía global, en suma, parece que estamos volviendo a la verdadera política.

La propuesta del gobierno griego es simple y radical, que la ciudadanía decida sobre su propia política económica y que se cumpla el programa por el que votaron los electores. Sin embargo, la ciudadanía también deberá asumir el lado oscuro del asunto, el costo de la decisión: o respalda a la Unión Europea y asume la miseria estabilizada de las políticas de austeridad, o respalda al gobierno, da el salto al vacío de la salida de la zona euro y admite una posible cesación de pagos que alteraría aún más la economía mundial.

Ante la disyuntiva los mercados siguen a la baja, y el pánico inunda las operaciones bursátiles. Sin embargo, el temor de los corredores de bolsa va más allá del posible resultado del referendo, el verdadero pánico se relaciona con la ruptura que se está generando con la crisis griega. Una de las voces más autorizadas en el análisis económico, el premio Nobel Paul Krugman, publicó dos columnas en el New York Times diciendo que la mejor decisión es votar al NO en el referendo, mientras Jürgen Habermas, el filósofo más influyente del planeta, publicó una columna criticando a la troika y a la canciller alemana. El verdadero pánico de los mercados radica en la paulatina ruptura del consenso neoliberal y la posible resurrección de la política.

Hay buenas razones para sentir pánico, y tal vez de eso se trata la política en tiempos de crisis. En un famoso discurso durante su campaña de reelección, el ex presidente Bill Clinton afirmó que el mejor camino para ganar las elecciones “era la economía… estúpido”. Pues bien, la fórmula para ganar elecciones asegurando la estabilidad de los mercados hoy luce agotada, pues la crisis económica nos ha devuelto al viejo terreno de la fricción, de las luchas, del pánico y del antagonismo.

Hoy, la respuesta es otra: Es la política, estúpido.

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