Trujillo, una masacre que continúa



| Por Olga Parra – PC3|ANNCOL|

Es necesario que el país no olvide la importancia de la memoria histórica y este es el objetivo del presente documento, no olvidar nuestra historia y construir las bases de una sociedad justa y digna en donde los vejámenes cometidos por el Estado colombiano a través del paramilitarismo no queden en la impunidad.

En el norte del Valle del Cauca, el municipio de Trujillo ha sido escenario de una violencia continuada en el tiempo y víctima de la amnesia de todo un país. Es nuestro deber volver la mirada a Trujillo demandando al Estado por el silencio y olvido que impera en torno a la masacre.

La impunidad en el caso de Trujillo hizo que éste fuera llevado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que en 1995 condenó al Estado colombiano y obligó al presidente de turno, Ernesto Samper, a pedir perdón a los familiares de las víctimas de manera pública. Al mismo tiempo se conformaba una comisión interinstitucional de memoria histórica, desde la cual, se reconoce en su informe una secuencia de brutales asesinatos que se prolongaron desde 1986 hasta 1994, pero que hoy por hoy continúan hacia los sobrevivientes, familiares y líderes de AFAVIT (Asociación de Familiares y Víctimas de Trujillo).

Dentro de los actos de violencia perpetrados por la alianza entre los narcoparamilitares de Diego Montoya alias "Don Diego" y Henry Loaiza alias "El Alacrán", junto a miembros de las fuerzas de seguridad del Estado como el mayor del ejército Alirio Antonio Urueña, militares del batallón Palace con sede en Buga, miembros de la estación de policía de Trujillo y la SIJIN de Tuluá, en Trujillo se exhibe un repertorio de instrumentos y procedimientos de tortura y crueldad que parece ser increíble sean ejecutados por un ser humano contra otro: motosierras para desmembrar aun vivas a las víctimas, hierros candentes introducidos en los cuerpos, aplicación de sal en las heridas abiertas, chorros de agua con alta presión para asfixiar, martillar los dedos, levantar las uñas con alicates, entre otros métodos distintivos de la bestial violencia paramilitar; Es importante tener en cuenta que estos actos de violencia se ejecutaron no sólo como medio para interrogar a las víctimas, sino que también fueron utilizados como mecanismos de humillación, generación de sufrimiento y agonía, individual y colectiva pues es un terrible método de intimidación terrorista a los sobrevivientes.

Muchos se preguntarán ¿por qué Trujillo? En Trujillo los campesinos en compañía del párroco tomaron la decisión de agremiarse, puesto que tenían que vender los productos del campo a muy bajo precio y esto afectaba la economía familiar, el párroco del pueblo el padre Tiberio Fernández al lado de varios campesinos realizaron el programa llamado "Tejido Social" para ayudar a las personas más necesitadas e independizar a los campesinos de los terratenientes. Esto en la lógica de los agentes de terror es una clara manifestación de sublevación y acusaron a toda la población ser auxiliadores de la insurgencia del ELN, percibiéndolos como una guerrilla que amenaza su poder y en consecuencia, la emprenden contra los humildes pobladores de la manera más atroz.

AFAVIT clama por 342 víctimas sólo entre los periodos de 1986 y 1994, puesto que en Trujillo los homicidios, torturas y desapariciones forzadas produjeron el desplazamiento y desarraigo de pobladores de muchas veredas causando de esta forma muchas más víctimas además de los torturados y asesinados. Fueron numerosas las formas con las que se pretendió silenciar u ocultar lo sucedido en Trujillo (impunidad judicial, duelos reprimidos por la imposición de los victimarios y la ostentación de poder de los perpetradores en el mismo territorio), pero también fueron y son muchas las expresiones de resistencia y solidaridad realizadas por las víctimas.

Los medios de comunicación al servicio del Estado pretenden crear la idea que los Falsos Positivos y el Paramilitarismo están acabados, pero solo es necesario observar para encontrarnos con un país inundado de estructuras paramilitares al servicio de “las locomotoras para la prosperidad” propuestas por el actual presidente; estructuras paramilitares que a través de la manipulación mediática son llamadas “BACRIM” con lo cual, ocultan la responsabilidad estatal, frente a los crímenes cometidos por estos grupos ilegales. Tal como sucedió en el caso de Alba Mery Chilito una de las fundadoras de la Asociación de Familiares de Víctimas de Trujillo, quien perdió a su hija y a su yerno en la masacre de 1990.  Alba decidió buscar la verdad y reclamar justicia sobre lo sucedido en Trujillo,  entregó su vida al trabajo en la asociación, pero el 7 de febrero de 2013 fue asesinada a manos de un sicario quien la esperó en el parque recreacional donde trabajaba; su asesinato revela la permanencia del paramilitarismo en Trujillo bajo la mirada ciega de las autoridades.

El Partido Comunista Clandestino Colombiano alza su voz de solidaridad hacia todas las víctimas de la masacre de Trujillo y del terrorismo de Estado, quienes han tenido que soportar el recrudecimiento de una guerra que las clases dominantes iniciaron y no quieren terminar. El papel que ustedes como víctimas directas cumplen en la concreción de la Paz es fundamental, puesto que la dignidad manifestada por las víctimas en todos estos años de lucha y resistencia, confirma su activo compromiso con la verdad, la justicia social y la reconciliación nacional.

Tal y como lo expresó la delegación de Paz de las FARC-EP en la Habana lo reiteramos nosotros, “Las víctimas  tienen que ser protagónicas, sobre todo como portadoras de verdad y constructoras de Memoria Histórica… así como sobrevivientes de los genocidios políticos, la tortura, las desapariciones forzadas, la violencia sexual y el desplazamiento forzado, entre otras múltiples circunstancias que caracterizan la realidad de la confrontación en Colombia".

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